Siempre me habÃa fijado en mi vecina, esa mujer con una actitud descarada y una mirada que lo decÃa todo sin decir nada. Un dÃa, al salir de la ducha con solo la toalla ajustada a la cintura, tocan la puerta. Abro sin pensarlo y ahà está ella, con un vestido ajustado que dejaba claro que no llevaba nada debajo.
Se me olvidaron las llaves… ¿Puedo esperar aqu� dijo con una sonrisa maliciosa.
No lo dudé. Cerré la puerta y antes de que pudiera sentarse, me acerqué. Su aliento choca con el mÃo, y cuando mordió su labio, supe que no habÃa venido solo a esperar. Su mano bajó lentamente por mi abdomen hasta la toalla, tiró de ella con descaro y la dejó caer.
Vaya… parece que no soy la única que tenÃa ganas ,susurró, deslizando su lengua por mi cuello.
No hubo tiempo para juegos lentos. La cargué y la empotré contra la pared, sintiendo su cuerpo caliente contra el mÃo. Su vestido subió, sus piernas se enroscaron en mi cintura y su boca devoró la mÃa con desesperación. Mis manos exploraron cada curva, su piel ardÃa en mis dedos, y sus gemidos me volvÃan loco.
Fue salvaje, sin control, como si lo hubiéramos esperado demasiado tiempo. Cada embestida arrancaba de ella un suspiro más alto que el anterior, sus uñas se clavaban en mi espalda y yo solo querÃa más. No existÃa nada más allá de su cuerpo estremeciéndose contra el mÃo.
Cuando todo terminó, nos quedamos jadeando, riéndonos entre susurros. Se bajó, acomodó su vestido y me guiñó un ojo antes de salir.
Voy a olvidar las llaves más seguido… dijo antes de cerrar la puerta.
Desde entonces, cada vez que escucho un golpe en mi puerta, sé que puede ser el comienzo de otra noche ardiente.
Se me olvidaron las llaves… ¿Puedo esperar aqu� dijo con una sonrisa maliciosa.
No lo dudé. Cerré la puerta y antes de que pudiera sentarse, me acerqué. Su aliento choca con el mÃo, y cuando mordió su labio, supe que no habÃa venido solo a esperar. Su mano bajó lentamente por mi abdomen hasta la toalla, tiró de ella con descaro y la dejó caer.
Vaya… parece que no soy la única que tenÃa ganas ,susurró, deslizando su lengua por mi cuello.
No hubo tiempo para juegos lentos. La cargué y la empotré contra la pared, sintiendo su cuerpo caliente contra el mÃo. Su vestido subió, sus piernas se enroscaron en mi cintura y su boca devoró la mÃa con desesperación. Mis manos exploraron cada curva, su piel ardÃa en mis dedos, y sus gemidos me volvÃan loco.
Fue salvaje, sin control, como si lo hubiéramos esperado demasiado tiempo. Cada embestida arrancaba de ella un suspiro más alto que el anterior, sus uñas se clavaban en mi espalda y yo solo querÃa más. No existÃa nada más allá de su cuerpo estremeciéndose contra el mÃo.
Cuando todo terminó, nos quedamos jadeando, riéndonos entre susurros. Se bajó, acomodó su vestido y me guiñó un ojo antes de salir.
Voy a olvidar las llaves más seguido… dijo antes de cerrar la puerta.
Desde entonces, cada vez que escucho un golpe en mi puerta, sé que puede ser el comienzo de otra noche ardiente.